En algún punto de nuestra practica de meditación usualmente surge la interrogante, ¿Qué tanta meditación es suficiente meditación?, y, ¿deberíamos definir el tiempo a meditar, usando, por ejemplo, un reloj con alarma?, o por el contrario, ¿deberíamos de meditar según entendamos sea suficiente, sin ninguna constancia del tiempo?
Estas son cuestiones completamente entendibles; muchas personas tienen la incorrecta percepción de que una meditación más prolongada es equivalente a una mejor meditación. Cuando, en realidad, a veces es todo lo contrario; si planteáramos el cuento de la tortuga y la liebre en términos de meditación; la tortuga, por igual, siempre ganaría la carrera.
En la meditación es mucho más importante la constancia en la práctica que la intensidad por periodos de tiempo fluctuantes. Es decir, es mejor aquel practicante que dedica quince minutos diarios de meditación de manera constante, a aquel, que se siente motivado un día, medita por una hora todos los días durante una semana, y luego abandona la práctica completamente hasta algún otro punto aleatorio en el futuro cuando la motivación vuelva a este y se repita el ciclo.
La característica constante de la tortuga es mucho más importante en términos de desarrollo y crecimiento; y es a lo que deberíamos de apuntar siempre. Es por esto que a veces definir tiempos de meditación cortos puede llegar a ser mejor que definir un tiempo prologado de meditación. Si nos precipitamos en definir metas muy ambiciosas pudiésemos eventualmente generar frustración en nuestros intentos al no poder mantener nuestra meta en el tiempo, y seremos más susceptibles a abandonar la práctica por completo. Sin embargo, si aplicamos un poco de kaizen y empezamos con una meta modesta y alcanzable, esto en cambio se transformara en mayor constancia en la práctica al medio y largo plazo.
Pero, ¿deberíamos realmente definir un tiempo de meditación? ¿Por qué no simplemente meditar libremente según lo que defina el flujo de cada sentada?
Ambas formas son plausibles; sin embargo la primera (definiendo un tiempo) es más provechosa para la gran mayoría. Meditar sin constancia del tiempo, entiendo pertenece a aquellos que poseen una práctica sumamente avanzada y por tanto no necesitan de una estructura para crear constancia. Este tipo de practicante avanzado es capaz de identificar los elementos internos dentro de sí que usualmente nos convencen de terminar una meditación antes del tiempo ideal, y a la misma vez son capaces de reconocer de manera objetiva cuando ha sido suficiente meditación en términos de cuerpo y de mente.
Para la gran mayoría de los simples mortales como nosotros, lo ideal es utilizar un medio de control del tiempo que dedicamos a la meditación; mientras menos experiencia tengamos, más importante resulta tener un medio de control del tiempo, ya que es en nuestro inicio en la práctica de la meditación somos menos capaces de reconocer el cambio que está aconteciendo dentro de nosotros.
Sin embargo, definir un tiempo de meditación no quiere decir que la sesión de meditación no pueda terminar antes o después de sonar la alarma definida; siempre tendremos a mano nuestro propio criterio para finalizar la meditación [antes o después del tiempo], ya sea porque tengamos un dolor que pudiese generarnos una lesión y debamos terminar antes de lo previsto o porque todavía estamos investigando una nueva experiencia en nuestra meditación y terminemos posterior a lo previsto.
Podemos resumir los beneficios de definir un tiempo específico de meditación en los siguientes puntos:
- Nos brinda una referencia objetiva de cuando es adecuado finalizar nuestra meditación. Cuando estamos meditando, nuestra “mente de mono” nos puede jugar diversas tretas, estas pueden llevarnos a terminar una meditación de manera prematura debido a un hilo de pensamiento que nos lleve a concluir de que “es suficiente” cuando en realidad no lo es; es posible que estemos al borde de una gran revelación y debido a una treta de nuestra “mente de mono” (o nuestras kilesas) decidamos terminar nuestra meditación. Por otro lado al no definir un tiempo previo también podemos sufrir de sobre extender nuestra meditación. Cuando has alcanzado un nivel elevado de concentración cualquier movimiento de la mente es notable, esto quiere decir que cuando surge un hilo metal de “es suficiente”, lo erradicamos antes de que este se desarrolle como una idea elaborada (que concluya en una acción). Cuando estamos con niveles de concentración muy elevados es muy pero muy difícil distinguir cuando nuestra meditación debe de terminar, porque cualquier movimiento de la mente puede ser interpretado una treta de nuestra “mente de mono”. En pocas palabras, definir un tiempo de meditación previo a la meditación nos da un punto de referencia totalmente objetivo, y de este modo sabremos que una vez suene la alarma o la campana podemos finalizar nuestra meditación en cualquier momento y no será producto de nuestra “mente de mono”.
- Para las personas que empiezan es muy positivo ya que nos puede dar un sentido de avance en la práctica. Podemos controlar de manera sistemática que tanta meditación estamos practicando, y que tan gradualmente deseamos que esta se vaya desarrollando. Ya que no solo estamos hablando de aspectos de la mente sino también del cuerpo; el cuerpo debe de ir adaptándose a la postura, la cual requiere de aspectos físicos como flexibilidad y la resistencia. Tener un avance sistemático provee al cuerpo y a la mente de oportunidad de ir adaptándose a la meditación a un margen apreciable.
De este modo, si estas teniendo una experiencia particularmente interesante siempre puedes optar por meditar un tiempo adicional, pero siempre definiendo un tiempo base o referencial para saber a partir de qué punto es adecuado terminar una meditación; ya que a veces treinta minutos puede pasar de forma extremadamente rápida, como pueden pasar de manera sumamente lenta y con mucha disconformidad; al definir un tiempo nos toca aceptar tanto una como a la otra de la misma forma. Saber que no te tienes que preocuparte por el tiempo te ayudará a aceptar todo con un corazón abierto, ya que toda experiencia dentro de ese periodo de tiempo definido es meditación.
Claro está, repito, esto no es imprescindible, eventualmente quizás ya no haga falta utilizar este recurso o herramienta; cuando hablamos en términos de buscar la realidad ultima el tiempo deja de ser una cuestión, y la práctica de meditación se convierte más bien en una forma de vida; dudo mucho que el Buda haya tomado referencia de su tiempo mientras meditaba debajo del árbol Bodhi, justo antes de alcanzar la meditación.
Entonces, ¿Cuánto tiempo por sesión debería de ser el adecuado?
Parece haber un consenso en que quince minutos como mínimo es lo adecuado para principiantes; menos tiempo pudiese no ser tan fructífero para la práctica ya que no presta el tiempo suficiente para desarrollar nuestro estado mental hacia un estado de calma. Si estas iniciando con tu práctica te recomendaría iniciar con 15 minutos e ir incrementando ese tiempo de manera gradual a medida que avanzas en tu práctica, a un margen, por ejemplo, de 2 minutos por cada semana de práctica, o mejor aún, según sientas vayas avanzando en términos de condición física y mental.
Ryokan
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