El Buda enseño que todos los seres vivientes nacen con el deseo instintivo de evitar el sufrimiento y de experimentar la felicidad. El problema es que al faltarnos sabiduría, nosotros actuamos continuamente en formas que crean condiciones para el sufrimiento, y a la misma vez descuidamos las acciones que crean las condiciones para la felicidad. Buscamos felicidad en cosas que inevitablemente nos decepcionan; y evitamos aquellas cosas que nos dirigen a nuestro bienestar al largo plazo. En pocas palabras, somos nuestro peor enemigo.
Pocas personas han seriamente considerado la naturaleza de la felicidad. De aquellos que lo han hecho, aún menos se han comprometido a sí mismos a erradicar sistemáticamente sus obstáculos internos y a cultivar las condiciones que mantienen y soportan a la felicidad. No resulta una sorpresa que tan pocas personas sean genuinamente felices.
Una de las premisas básicas del Budismo es que mientras más claramente vemos las naturalezas de las cosas, menos sufrimos, y más felices nos volvemos. Ciertamente, el Buda se refirió al Nibbana, la meta de la práctica Budista, como la felicidad suprema. La felicidad mundana es fugaz y poco fiable. La felicidad de una mente cultivada es un refugio duradero.
- Without and Within – Ajahn Jayasaro