El dolor en la meditación
Tuve la oportunidad de experimentar la vida monástica durante todo un mes en Tailandia, durante esta me integre como visitante laico en Wat Pah Nanachat, un monasterio internacional fundado por el reconocido Ajahn Chah. Posterior a esta estadía visité y me hospede en otros monasterios y realicé retiros de meditación, pero hubo un tema muy particular que tuve que enfrentar en el Wat Pah Nanachat: el dolor.
En la sala principal del WPN
El dolor en la meditación será un factor inevitable, sobre todo si hemos aumentado la intensidad de nuestra práctica a un margen demasiado rápido (como fue mi caso en el Wat Pah Nanachat). El primer paso consiste en repasar nuestra postura, si estamos experimentado dolor en la espalda por ejemplo, debemos considerar el nivel de tensión que estamos ejerciendo en la misma; es un error muy común que por nuestro empeño de querer imitar esa postura de revista ejerzamos un esfuerzo excesivo en un intento de mantener nuestra espalda totalmente enderezada, por otro lado también existe el caso en los cuales relajamos demasiado la misma sin percatarnos, en ambos casos se puede traducir en dolor en un corto periodo de tiempo. Por igual debemos observar la posición de nuestras rodillas, nunca debemos forzar la posición del loto ya que puede dañarlas y siempre es bueno documentarse sobre un buen plan gradual de flexibilidad en aquellas partes que son vitales para tener una buena postura de meditación.
Una vez hemos repasado nuestra postura y hemos determinado que es la correcta, (si aún experimentamos dolor) debemos cuestionarnos si esta sensación de dolor representa algún peligro para nuestra salud. Es natural que aun teniendo buena postura podamos experimentar dolor durante una sentada muy prologada, sobre todo cuando es más larga de lo que estamos habituados; al observar la sensación de dolor y determinar que no representa un peligro a nuestra salud el siguiente paso consiste en observar la naturaleza de este fenómeno que acontece en nuestra mente.
Todas nuestras experiencias ocurren en nuestra mente, como si fuese un centro de operaciones; aún eventos que consideramos externos en realidad acontecen dentro de nosotros, como la imagen que percibimos a través de nuestros ojos y se refleja en nuestra mente consciente, cuando vemos algo en realidad vemos el reflejo proyectado en nuestra mente, la luz es reflejada por el objeto en cuestión y pasa a través de nuestra cornea para luego ser desintegrada hasta el punto de poner interpretar dicha información y captarla como una imagen/un concepto. Lo que vemos y percibimos como realidad acontece en nuestro propio centro; y de la misma manera es igual para todos los sentidos; el tacto, el olfato, la visión, el gusto y la audición. En el Budismo agregamos como sentido adicional, la mente, como un medio con el cual nos relacionamos cuando imaginamos, generamos ideas y conceptos.
El dolor por tanto no es más que un elemento más que se desarrolla en nuestro centro, si experimentamos esta sensación debemos observarla como si se tratase de cualquier otra, debemos identificar su naturaleza y como reaccionamos a la misma, debemos ver el efecto que genera, sentimientos de aversión y miedo, etc. Luego de esto volvemos a nuestro objeto de meditación inicial, si el dolor sin embargo es muy intenso entonces debemos seguir observándolo hasta el punto en que ya no podamos soportarlo más. Cabe mencionar que este punto (el qué tanto podemos soportar) es variable de persona en persona de acuerdo a distintos factores, tales como: determinación, umbral del dolor (que tanto nos afecta psíquicamente), nivel de concentración y nivel de experiencia del meditador.
Cuando hacemos frente al dolor durante la meditación veremos aquellos casos en los cuales al observar el dolor que nos aqueja este disminuirá y desaparecerá, por igual, puede mantenerse como podría incrementarse. Sin lugar a dudas existe un componente de predisposición mental ante el dolor y mediante la meditación aumentamos el umbral del dolor a través de la modificación consciente de dicha predisposición.
Durante mi estadía en Wat Pah Nanachat mis sentadas estuvieron caracterizadas por mucho dolor durante las primeras dos semanas, en una ocasión nos tocó realizar meditación en grupo adicional a lo que normalmente teníamos en programa, esa tarde me sentía totalmente agotado, me dolía todo y simplemente sentía que no iba a poder con tal agotamiento metal y físico. Al terminar dicha sesión no podía imaginarme como sería la siguiente en la noche, un par de horas más tarde (antes de irnos a acostar realizábamos meditación en grupo por una hora). Efectivamente al llegar el momento me sentía totalmente devastado por lo que decidí realizar “walking meditation” (meditación que se realiza mientras se camina) por un rato. Al iniciar mi meditación por alguna razón alcance un alto nivel de concentración y decidí intentar nuevamente la meditación sentada, al sentarme pude experimentar que todo el agotamiento y dolor, físico y mental, de hace unos minutos se había desvanecido. La sesión de esa noche fue perfecta a pesar de todo pronóstico y pude evidenciar e interiorizar el factor mental del dolor; nuestro estado mental y de concentración altera completamente el cómo percibimos las cosas, al punto de desvanecer el agotamiento y el dolor que pensábamos eran tan reales. Curiosamente a partir de este punto el dolor dejo de ser un tema para mí, no me aquejaba, ya no me molestaba, por lo que me llevo a cuestionar lo siguiente: ¿qué había cambiado?
No tengas miedo de hacer frente al dolor durante tus sentadas, solo ten presente cualquier incidencia que pudiese tener en tu salud y corrígela según el casó, obviamente si tenemos un cuchillo clavado en una pierna no nos sentaremos a observarlo sino que trataremos la herida como es pertinente, no estaría más que mientras lo hacemos observemos la experiencia de forma consciente. Otro punto interesante, el Buda hablaba de dolor físico y dolor mental, si al experimentar la sensación del dolor físico sentimos aversión hacia este, entonces estamos sufriendo dos veces, la sensación física del dolor (que es inevitable) y la aversión que esta nos genera (dolor mental). Una mente consciente aún percibe la sensación física del dolor pero no conecta esta con ningún aspecto de dolor mental, en otras palabras la carga del sufrimiento condicionado al dolor desaparece.
Una buena manera de evitar sobre cargarnos con la meditación sentada es alternar la misma con meditación caminando por periodos de tiempo determinados. Siempre es recomendable utilizar un temporizador para controlar la duración de cada sesión, esto nos permite ser más objetivos al determinar cuándo una sesión ha terminado, y nos permite controlar nuestro progreso de manera gradual.
Por último ten en cuenta que no existe tal cosa como una mala meditación, aun cuando la mente haya pasado el 80% del tiempo en verborrea, si hemos aplicado un correcto esfuerzo en generar la atención y concentración debida, hemos avanzado un poco hacia el despertar.
Ryokan