Leyenda Budista Japonesa – Basada en el Nihon ryoiki
Pagando por la Libertad de unas Tortugas y Siendo Inmediatamente Recompensado y Salvado por Estas
«El Maestro Dhyana Gusai provenía de Paekche. Cuando ese país fue invadido, un ancestro del gobernador del distrito de Mitani en la provincia de Bingo fue puesto a cargo de los refuerzos y enviado a Paekche. En ese momento el ancestro del gobernador hiso un voto de que construiría un templo para dedicárselo a las deidades del cielo y la tierra si este retornaba sano y salvo a casa. Eventualmente, pudo salir ileso. Por tanto, invito al Maestro Dhyana Gusai a regresar al Japón con él. Mitadera fue el templo fundado por este maestro, y tanto monjes como laicos sienten reverencia ante el mismo.
Una vez, camino a la capital para cambiar sus pertenencias por oro y pintura para el templo, iba pasando por el puerto de Naniwa. Sucedió haber visto marineros vendiendo cuatro grandes tortugas, y recomendó comprar las tortugas para luego liberarlas. Luego de sucedido esto rentó un bote y lo abordo con dos acólitos con el objetivo de cruzar el mar. Más tarde en la noche, los marineros, desbordados de codicia, arrojaron a los acolitos al mar cerca de Kabanejima, en Bizen, y volteando hacia él, dijeron, “Rápido, lánzate al agua”, el monje intento razonar con ellos, pero estos no escuchaban. Finalmente, luego de rezar una pequeña plegaria (un voto de fe), se lanzó en el agua. Cuando el agua iba al nivel de su cintura, sintió que una roca sostenía sus pies. Al amanecer, en la luz de la mañana, se dio cuenta de que estaba siendo cargado por las tortugas. Estas lo dejaron en la playa de Bitchu luego de saludarle inclinando sus cabezas (“nodding him”) tres veces. Tal parece que las tortugas que fueron liberadas volvieron para pagar su bondad para con ellas.
Eventualmente los marineros ladrones, seis en total, sucedieron en visitar el templo para vender el oro y la pintura que estos habían robado. El patrón* del templo salió a hacer un estimado, y luego más adelante el maestro salió para encontrarse con ellos. Los ladrones, al verlo, quedaron petrificados del terror. Éste por compasión no los castigo, sino en vez de eso hiso ser consagrada en la pagoda una imagen de Buda y llevo a cabo ritos de dedicación. Tiempo después vivió en la costa, y predicó a los transeúntes. Falleció por encima de los ochenta años.
Hasta un animal no olvida el agradecimiento, y devuelve un acto de bondad. ¿Como, entonces, podría un buen hombre fallar en tener un sentido de gratitud?«
*”taniochi” o “dan’ otsu”, una traslación del sánscrito danapati, con el significado de aquel que hace ofrendas; en Japón, el patrón, suele ser un miembro influyente del pueblo quien hace donaciones al templo, y por tanto, controla las finanzas del templo.
Fuente: Motomochi Nakamura, Kyoko; “Miraculous Stories from the Japanese Buddhist Tradition: The Nihon ryōiki of the Monk Kyōkai”, Harvard-Yenching Institute (1973) – Leyenda Budista japonesa, cuento número 7, volumen I.
Esta pequeña anécdota Budista es una leyenda Budista japonesa extraída y traducida por mí del libro llamado “Miraculous Stories from the Japanese Buddhist Tradition: The Nihon ryōiki of the Monk Kyōkai”; y es una compilación de leyendas Budistas que se conocían en aquella época, en eso del año 787 en Japón. Compiladas por un monje novicio llamado Kyokai, aún en los inicios del Budismo en el Japón.
Anécdotas de este tipo eran comunes entre los laicos y la población popular; y trataban generalmente sobre los méritos obtenidos y sus respectivas consecuencias atribuidas al karma, y cómo estas se presentaban de forma milagrosa en ciertas personas y eventos.
Es curioso que muchos momentos y lugares históricos son mencionados en estas leyendas populares, y bien se podría esperar que estas posean bases reales de eventos reales pero con una interpretación a partir de las creencias del pueblo. Es sin embargo agradable leer estas leyendas, que retratan las ideas de dicha época y cómo el espíritu budista se manifiesta en estas a través de un hábito cultural, como era la narración de leyendas en Japón.
En cuanto a la anécdota de las tortugas, era una actividad muy recomendada por cierta doctrina Budista (ahimsa), a la cual llamaban “hōjō”, y consistía en la práctica de comprar peces, aves o animales cautivos con el objetivo de liberarlos. Esta noción que naturalmente se podría esperar de una mentalidad Budista, básicamente se podría dar en realidad en todas las mentes compasivas sean budistas o no, y como ejemplo tenemos al multifacético y humanista Leonardo Da Vinci, el cual según se dice, solía comprar aves enjauladas para dejarlas en libertad.
No existe idea más bonita que aquella que se ocupa por los demás seres vivientes, de aquel que es reflexivo y sensible, su propia bondad será precisamente el origen de toda su dicha.
Ryokan